martes, 22 de junio de 2010

Divo español


De niña jugaba junto a mis primas a la actuada. Alucinábamos con ser cenicientas o brujas malvadas. Y fue una de esas noches de teatro doméstico cuando desee más que nunca apagar las luces e irme de parranda. El concierto del divo español comenzaba. Mi madre, abuela y una tía estaban listas para salir a su encuentro. Pero yo no estaba invitada. Tenía cerca de 10 y desde los 3 gran parte de la música que había escuchado era la suya. La de Escándalo, Estar Enamorado y/o Yo Soy Aquél. Han pasado más de 10 años, ahora tengo 21. La fotos de mi madre junto al divo deja de darme pica, ya que esta vez yo también tengo la mia. Quién diría que la espera se haría tan larga. Quién diría que gracias a mi carrera lo tendría enfrente por más de 20 minutos y le arrancaría unas cuantas palabras. ¡Grande Raphael!

El otro cachete de Susy Diaz


Un trece hecho a mano en el trasero. Una carita de porcelana maltrecha, labios rojos al estilo Jolie, maquillaje recargado, cabello oxigenado, una figura voluptuosa y una mujer escándalo son sinónimo de Susy Diaz. Una calabacita farandulera. Una imagen que ella ha decido mostrar. Esa, la que vende. Un vil engaño que compramos hace más de 20 años.


Si no sabes bien la cuadra, no importa. Igual llegas. Sin cartel, la casa de tres pisos de rojo nauseabundo es suficiente para encontrar a Susy Flor. El hostal. Perdón. Pensión de la vedette lorcha y su hija. Son cerca de las diez. Aún no la he visto, pero ya ando sorprendida. Un espejo en forma de rombo pegado a la puerta, un Nissan lleno de polvo y un rottweiler me dan la bienvenida. “¿Está Susy?”, pregunto. “Sí, aquí vive. Pero se está bañando. Ya le dije que llegaste”, responde una de las muchachas de la limpieza, mientras mi atención se confunde entre una planta y palmas de adviento detrás de la puerta.

Sigo caminando. Entro al espacio de registro y no sé si parar la mirada en la Biblia, el perro de porcelana sacado de una tienda de Todo Por Un Dólar – que dice Bienvenido- los huairuros de la repisa junto a las llaves de cuarto, los adornos de gato chino, la pecera de vidrio con limones y dos rocotos, el elefante de porcelana, las flores rojas, amarillas y blancas dispersas en la salita de estar, los dos sillones negros, la pantalla plana, los dos cuadros de la Ley Real de los 10 mandamientos dada por el FREPAP, jarrones chinos, la estatua de Afrodita de la esquina, las cortinas verdes de las habitaciones o la foto de Florcita bien a la onda de Moulin Rouge.

Sin una gota de maquillaje, con el cabello mojado, con un gran escote, una mini falda, unas leggins de leopardo y unas sandalias negras, la diva de las divas del Trome y del Ajá se me acerca. “Hola mi amor”, me dice con voz orgásmica y algo cansada después de haber estado el día anterior conduciendo y bailando fuera de Lima. “Cojan a la negra (su perra, algo flaca y despeluzada) que se escapa”, grita a las muchachas de la pensión, mientras apura nuestra plática. “A ver dime, tengo 15 minutos, ¿está bien? Normalmente no doy entrevistas, porque no tengo tiempo. Tú pregunta, mientras me maquillo”, me dice al natural y sin fingimientos de ningún tipo. ¿Podemos hacerla en el patio de atrás? Hay mucha gente aquí. Con algo de prensa, resulta incómodo, refunfuño y persuado. “¿Atrás?, pero recién me he bañado. Me voy a resfriar. Déjame cerrar las puertas más bien”, contesta. No queda de otra. A darle.

“Pero mi biografía está en Internet”, me dice mientras se coloca las pestañas postizas y el lápiz de labio carmesí. Mientras el celular no para de sonar. Tal vez hallan cosas en ella que no quiera desenterrar. Quizá hablar del divorcio de sus padres le resulta incómodo, me pregunto mientras observo a una Susy Diaz sin maquillaje literal. “Era muy mujeriego, le pegaba a mi madre. Cuando cumplí 12 se separaron y eso hizo que baje mis notas”, responde la muñequita, apodo ganado en el cole por ser bonita y delgada. Me extraño. Susy Diaz tiene dos culos, dos caras.

Ésta, la que está sentada junto a mí: Supersticiosa, creyente al mil, cansada de los ajetreos mediáticos, pendiente de su hija y chicheritos afanosos. Una vedette que se considera bailarina. Una mujer que detesta que su hija haya estudiado Comunicaciones. “Los padres por más que les digan algo a los hijos, al final, ellos hacen lo que quieren. Yo le dije: Flor. Estudia cirugía plástica. Eso da plata”. Una calabacita fabricada que se embotella en su propia coraza. “No le guardo rencor a nadie. Beto Ortiz fue el que más me hizo daño al hablar mal de mí y de mi hija por no haberme presentado a su programa. Tenía un show a esa hora, pero no le importó. Sacó un video en el que el ex novio de Flor salía desnudo junto a otro chico. Me dolió, pero el mundo artístico es así y una se acostumbra”.

Suena el celular otra vez. “¿Aló?, No, no estoy molesta. Es que ando ocupada. Más tarde vamos a comer si quieres”, le dice Susy a un hombre. Presumo, el Meroloco. Muy astuta decide tomar la llamada en su cuarto. “Ya vengo, espérame un ratito”, me dice. Mientras tanto, detrás de mí, un hombre cuarentón y algo panzón me hace la conversa. “Yo soy su fan número uno desde 1982”, me dice. “¿Perdón?”. “Vengo a entregarle unas fotos que encontré de ella. Lo hago cada tres meses. Susy les saca una foto a éstas y, de paso, posa para unos videos que tengo en mente”. “A ver las fotos”, le digo con gran intriga. Me siento a su costado y las voy pasando hasta que llego a la tercera. Es Susy Diaz desnuda. Completamente. Varias poses, varios ángulos. Varias décadas atrás. Decido devolvérselas, no es lo mío. “Tengo CD`s también, colecciono todo de ella. La acompaño a los shows desde antes de ser congresista. La conozco más que nadie”, me dice con cachita.

“No dejen sus celulares regados porque he visto a unos chicos de gorra que andan robando”, sale Susy a informarnos, desde su cuarto, algo alborotada y nerviosa. “Hace unos días entraron a robar. Por eso que ahora tengo que gastar 7 mil soles en cámaras ocultas y seguridad”, nos cuenta mientras saca presupuestos con los cerrajeros. Mientras arregla la chapa de su cuarto, siempre atenta a que nadie vea que guarda dentro, el fan número uno quiere revelar sus secretos. “No es bruta, es muy astuta. Sensible. Sociable. No se lleva bien con su hija. Está en busca de un hombre, pero no quiere saber nada del Meroloco, menos después del Ampay de Magaly”. Es muy diferente a como sale en TV, le digo. “Igual que Flor. Susy le enseñó a ser sociable. Flor ni es inteligente ni bruta, es normal. Ahora vive con un chicherito. Pero Susy está muy preocupada por ella. Es una buena persona. Pero no demuestra quién es por temor a que la prensa descubra sus debilidades. Sin duda, el peor momento fue la muerte de su padre”. ¿Hace cuanto? Un año, responde. “Ya, ya está. Vamos adentro para hablar más tranquilas”, me dice Susy repleta de accesorios y con el maquillaje acostumbrado.

Los chismosos se han ido. Al fin estamos solas. “Eres completamente diferente. Te veo y no creo estar hablando con Susy Diaz”, le digo honestamente mientras me mira atenta y pestañea constantemente. Como si los más de 100 gramos de rimel ya empezaran a fastidiarle. “¿Enserio? Es la primera vez que alguien me lo dice. ¿Por qué? ” No lo sé… La imagen de mujer tonta no la veo. Se ríe. “Eso me lo fabricaron en Risas y Salsas, cuando hacía el consultorio corazón. Pegó y seguí con eso. Pero no soy así”, confiesa la muchacha que decidió dejar la carrera de secretariado y los planes de su mamá por convertirla en monja para hacerle caso a sus tías y hacer plata como bailarina. La señora que, debido a obra de la oferta y demanda, decidió vender su casa de Monterrico para construir una pensión y dejarle otra en La Molina donde Flor es quien la administra. Su sonrisa tonta aún no se despega de sus labios pintados, pese a haberla descubierto. ¿Qué pasó con Montesinos?, le pregunto en son de broma. “No hay audios ni videos, pero igual tengo que ir a firmar cada mes y pagar una fuerte suma”. Entonces… ¿por qué te sentenciaron?

De pronto la mirada se fue para otro lado. Y, no era la primera vez. La jugarreta tenía tiempo contado. Susy sabe cuando hacerse la tonta y cambiar de tema. Cuando no dejarte pasar la puerta y cuando abrírtela libremente. “Ay, eso es política”, me dice mientras baja el volumen de su voz e intenta echar plática con uno de sus inquilinos. “Me da miedo”, dice. ¿Qué cosa? Ése. El de gorra. Es que la vez pasada una chica estuvo tomando con uno de gorra, estaban borrachos. Les advertí. Pero, al día siguiente, la chica me dice que el chico se había aprovechado de ella”. Recuerden. Estábamos hablando de Montesinos. “Pero sabes qué le dije. Mira. Yo con las justas estoy para cuidarme mi poto, no voy a estar cuidando potos ajenos”. La carcajeada era inevitable. Susy sabía cómo manejar la situación. Hacía dominaditas de pecho y pierna. Con la cabeza también.

No obstante, Susy se contradice. Intenta esquivar las miradas cuando está a punto de confesar. Se toma de las manos y pestañea sin parar cuando ya no puede más. “Mi vida es un libro abierto. Aunque prefiero dejar atrás el pasado. No me gusta hablar de él. Me gustan los temas románticos, antiguos. Son bonitos. Pero me traen recuerdos. Así que mejor me pongo a escuchar reggeatón y cumbia”, confiesa la mujer que se considera cómica por haber creado el personaje de Susy y Flor. Quien desea encontrar una pareja antes de echarse encima unos kilitos de más y dejar el té matutino a causa de su última lipo. La ex congresista que se afana con la Ley pro Condón en los hostales. Esa que ella dio, pero que fue aprobada mucho tiempo después.

Ya no hay más tiempo. El fan número uno espera en la salita de estar para hacerle unos videos. Una conferencia de prensa en Ate la espera. El celular con tono cumbiambero no para de sonar. Pero Susy, sentada en una de las bancas del patio trasero decide darle un respiro a la mujer que lleva dentro. “Me encierro en mi cuarto, así me relajo. A veces leo. Sobre todo a Bayly porque siempre la prensa pregunta y fastidia. Aunque la verdad suelo comprar libros porque el título me llama la atención, pero cuando los leo se me caen los ojos”, me cuenta la misma mujer que se ve obligada a ver Magaly para ver qué están hablando de ella o qué nuevo ampay sacarán del novio de su hija. La misma que es feliz viendo telenovelas. Encerrada en sus cuatro paredes y sin maquillaje, echadota viendo Los Victorinos y ¿Quién mató a Elisa? Esa que lleva por sueño recurrente la pérdida de algún avión. La que tiene como mayor temor que algo le suceda a su hija. “No me importa qué me pase a mí. Pero con Flor es diferente”, me habla por primera vez con ojos llorosos. ¿Por qué te pones esa coraza?, pregunto. Y, con eso, vuelve la Susy que todos creemos conocer. Las shushifladas van de nuevo. Presumo que terminó la conversación. Asiento a despedirme y dejar el extravagante lugar. Pero el show ha de continuar y Susy no va a dejar que la descubra. Una huecada tenía que ser parte del final. ¿Crees que deba tomar anotaciones en el programa de Magaly? ¿En el concurso?, pero si es puro chongo. “Si pues, pero yo no apunto y hablo sonseras. Bueno, aunque sea con eso me gano una platita, ¿no?”.



Gracias Susy por el tiempo y la entrevista.

Una Neta Divina

Siempre fui una seguidora empedernida de los famosos. Un tiempo quise ser uno de ellos y me metí a estudiar teatro. Pero al final me di cuenta que lo mio iba por otro lado. El periodismo. Chingaderita de corazón me animé a escribir a una gran actriz y persona: Consuelo Duval y al resto de Netas Divinas. Jamás pensé que respondería, pues cuantos más harán lo mismo. Me dije. No pasó ni una semana para que lo hicieran. Y aquí les comparto mi alegría al leerlo. Gracias Netas Divinas.